Totalmente de
acuerdo con las autoras de esta guía de coeducación. Es cierto que el lenguaje
es un potente instrumento de comunicación y que continuamente recibimos
mensajes diferenciados para cada sexo. Todos esos mensajes tan estereotipados
perpetúan modelos muy tradicionales de masculinidad y feminidad.
Existen
investigaciones y estudios cualitativos que han aportado las siguientes
observaciones:
-
Se prodigan más sonrisas al bebé cuando es una niña.
-
Se juega de diferente modo corporal según el bebé sea de
uno u otro sexo. Hay más contacto corporal con las niñas.
-
Se habla con un tono diferente a los bebés según el sexo;
se habla más con una niña.
-
Existen más expresiones de afectividad orales y físicas
con las bebés y se les permite llorar más, se les protege más, se les mira como
seres más frágiles.
-
Se realizan más expresiones de inquietud ante los peligros
físicos a los que se exponen las niñas.
-
Se protege más a las niñas de agresiones de sus iguales,
sobre todo si son varones.
-
Se les permiten menos número de conductas agresivas a las niñas que a los
niños y a éstos se les permite jugar más en juegos violentos.
-
Las niñas reciben más manifestaciones de afecto, más
protección y más contacto físico que los niños en todas las edades.
-
Las niñas sufren menos castigos corporales y físicos que
los niños. Las conductas de dependencia son más toleradas en niñas que en
niños.
-
Se aprueba y valora de forma más explícita los logros de los niños que de las
niñas. Se es más permisivo y tolerante con los fracasos femeninos.
En cuanto a la segunda pregunta señalar que los estereotipos nos definen
a los niños como más fuertes, ingeniosos, independientes y curiosos. Las niñas,
en cambio, son más dependientes, afectuosas, dóciles y colaboradoras. También
las actividades que realizan, los juegos que se les asignan, las relaciones,
las formas de vestir y de comportarse o las diversiones, son diferentes para
cada uno de los sexos.
Educar estereotipadamente en función del género supone colaborar en un
desarrollo incompleto de las personas, al potenciar en ellas (niñas, chicas,
mujeres) sólo el desarrollo de capacidades, valores y comportamientos que
responden al estereotipo del género femenino, y en ellos (niños, chicos,
hombres), del masculino. De este modo, tanto las chicas como los chicos se ven
privados de la educación en determinados valores necesarios para el desarrollo
integral de la persona.
El estereotipo está tan interiorizado que ni siquiera somos capaces de
pensar sobre ellos, se aceptan sin ser cuestionados, se muestran como evidentes
y, como tales, no parecen necesitar de demostración, por todo ello limitan
nuestro pensamiento y, por lo tanto nuestra acción.
Donde podemos ver
cómo se refuerzan los estereotipos es en los cuentos tradicionales, cuyos personajes llevan una carga de valores y actitudes muy
estereotipados: niños valientes, fuertes, inteligentes, son presentados como
héroes o salvadores; niñas miedosas, hacendosas, buenas, obedientes, cariñosas,
delicadas que tienen como premio al héroe o príncipe “con cuyas cualidades
hasta una pobre cenicienta puede llegar a ser princesa”. En aquellos cuentos,
en los que aparece una mujer que infringe las reglas establecidas de ser una
buena madre y una buena esposa, entonces es una bruja, una madrastra o una
persona malvada y desequilibrada.
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