martes, 28 de febrero de 2017

¿LENGUAJE SEXISTA?



Después de leer los dos artículos sobre Mary Beard, me he acordado del nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, quien durante toda su campaña electoral ha atacado sin pudor a su opositora demócrata Hillary Clinton , a la ex Miss Universo Alicia Machado y en general a todas las mujeres.

La argumentación de sus ataques ha girado siempre en torno a la misma imagen de la feminidad: las mujeres son objetos sexuales, solo aceptables sin son atractivas y, por lo general, ávidas del dinero de los hombres, por el que están dispuestas a todo. El estereotipo clásico que considera que, en toda mujer, hay una prostituta y que parecía desterrado, al menos, del debate público. Desafortunadamente, la realidad nos demuestra que sigue muy presente. Eso daría respuesta a la primera pregunta, evidentemente los insultos se referían a su aspecto físico.

En relación a la segunda pregunta, cuando se insulta a alguien por ser “diferente” se  le está discriminando. La discriminación afecta a  toda la sociedad: mujeres, hombres, niños, niñas, personas mayores, personas con discapacidad, personas inmigrantes y refugiadas, personas gitanas, personas que tienen una orientación sexual diferente a la mayoritaria, etc.

Los estereotipos y prejuicios sexistas se transmiten: en la manera de contar un cuento, si de forma permanente describimos a mujeres débiles y bellas que necesitan ser salvadas y a hombres que mediante la fuerza y la pelea consiguen sus propósitos; en chistes y frases hechas que transmiten una idea negativa de las mujeres. Así es cuando se transmite la idea de que a las mujeres les gusta “cotillear” o necesariamente son malas las relaciones entre una nuera y una suegra o se las muestra excesivamente protectoras; en canciones, textos publicitarios, etc. que se apoyan en ideas sexistas y que ofrecen imágenes de mujeres irreales y poseedoras de una “belleza” profundamente estereotipada o cuando se insulta a los niños o se les desvaloriza con palabras que aluden a las mujeres. Por ejemplo cuando a un niño se le dice: “eres una nenaza” o “no llores, que eso es cosa de niñas”. 

Desde pequeños y pequeñas se nos ha enseñado que las muñecas son solo para las niñas y los coches juguetes de niños, que el rosa es un color de chica y el azul para los chicos, que los niños no lloran y que las chicas siempre deben ser coquetas, que los niños van a fútbol y judo y las niñas a baile y gimnasia rítmica… Vivimos en un mundo lleno de estereotipos que condicionan nuestra vida incluso antes de que tengamos uso de razón.
Estereotipos que se emplean intencionadamente para naturalizar y normalizar un trato discriminatorio por género y que influyen, avalan y fomentan a su vez que las personas crezcan y se desarrollen en condiciones de inequidad.
En palabras de Lawrence Cohen (2001), si las mujeres no se ajustan a ser exageradamente “lindas”, se les aplican apodos que tienden a sugerir que no son damas: “perra”, “agresiva”, “mandona”, “marimacha”. En cambio a los niños se les presiona para que tengan un sentido exagerado de la competencia, la agresividad y de la fuerza; si no se apegan a este esquema serán nombrados como “afeminados” o “maricas”.

En cuanto a la última pregunta, los insultos afectan tanto a niños como a niñas, dejándoles secuelas como baja autoestima, dificultad para dormir, trastornos alimenticios, depresión, angustia, estrés, desmotivación, pensamientos suicidas, entre otros. Tendrán dificultad para relacionarse con las personas, verán enemigos en todas partes, y limitaciones para establecer vínculos de amistad o pareja. Por desgracia, el tema del acoso escolar o bullying es algo que está a la orden del día y que nos hace estar alerta.
 Una sociedad se desarrollará fuerte y sana si desde la infancia se ha sabido inculcar en el niño, niña y adolescente valores de respeto al prójimo, igualdad, y altos niveles de autoestima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario